La falacia de la autorrealización

La falacia de la autorrealización

​Con la llegada de la segunda mitad del siglo XX, el hombre como individuo cambió su forma de preocuparse por los problemas cotidianos y su concepto de autorrealización. En épocas pasadas, los miedos existenciales se remitían a problemas morales de talante religioso. Si bien caían en extremos y conllevaban bastante peligro, estas preocupaciones estaban inevitablemente destinadas a mutar. Una vez que los paradigmas de las iglesias y templos mundiales fueron quebrantados, el hombre pasó a centrarse en otros temas. La caza de brujas dio paso a la bomba nuclear, la misa dio paso a la comuna hippie, y el poder eclesiástico fue transformado en Nietzsche. 

Toda época trae consigo sus respectivas ansiedades, y en este mundo nuevo, la temática de la neurosis sigue en pie. Ahora es de una forma más nebulosa que antes, y vivimos en un mundo que intenta reconciliar ambos extremos: la razón y la fe. Es debido a esto que alrededor de los años 70 surgió el concepto de actualizarse como persona y la autorrealización. Los libros de autoayuda y otros medios de asistencia psicológica serían la nueva ley para sociedades que hasta hace no mucho dependían de biblias y textos sagrados. Es por esto que conviene analizar si la autorrealización es tan efectiva como hemos llegado a creer.

Según el conocimiento moderno, buscar la autorrealización involucra realizar un número de actividades que nos ayuden a entrar en sintonía con nosotros mismos. Dependiendo de la fe de cada persona, esto se puede combinar con meditación o incluso rezando. Como la psicología no distingue credo, sus técnicas son aplicables de manera universal. Es entendido también que el objetivo final del proceso de la autorrealización es llegar al nivel máximo de potencial personal que cada uno de nosotros posee. Esto ha sido una realidad por más de tres décadas, y no parece que el proceso vaya a parar. Millones de personas escuchan de gurús y otras personalidades como buscar la autorrealización les ayudará a encaminar sus vidas de manera correcta.

El problema con esto viene con un punto esencial: buscar acertar en el blanco muchas veces causa que erremos repetidas veces. Según psicólogos modernos como Viktor Frankl, buscar la actualización como meta final y única sólo nos traerá miseria. Tal como un niño que juega a “ser adulto”, el buscar un máximo nivel de iluminación no nos llevará más cerca. El potencial humano viene como un efecto secundario después de haber realizado alguna meta personal. De la misma manera, los niños se convierten en adultos cuando pasa suficiente tiempo y empiezan a cubrir sus responsabilidades no como una meta en sí misma, sino como un medio para lograr sus aspiraciones.

Aquellas personas que dicen haber logrado el máximo nivel de iluminación, que están consideradas entre las personas más “completas” de la sociedad, son personas que poseían sueños y metas. Pertenecen a aquella cuadrícula de la sociedad que logró tomar decisiones responsables para cumplir con sus objetivos. No es ilógico que se sientan más felices que el resto de la población: juegan todo el tiempo con la incertidumbre y aún así triunfan sobre ella. Cada vez que sacamos orden del caos y tomamos responsabilidad por nuestros actos estamos un paso más cerca de ese supuesto estado de “actualización”.

No es nuestro deber convertirnos en individuos cerrados que se preocupan exclusivamente por sí mismos o en obtener conocimientos secretos para descubrir los enigmas del universo. Debemos obrar con dignidad para hacer un mundo mejor que el que encontramos, mientras cumplimos con nuestras labores propuestas. A medida que vayamos caminando por esa senda oscura, la luz nos seguirá por su cuenta, sin necesidad de buscarla. 

Por: Gustavo Alberto Aveledo
@CowsNChaos

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