Haber vivido las restricciones impuestas por esta pandemia del COVID-19 ha hecho que aflore la expresión de nuestra naturaleza humana, nuestros temores, nuestras expectativas, nuestras necesidades y nuestros aprendizajes. Nos está presentando ante los nuevos parámetros que, inconscientemente, estamos tomando para retomar la convivencia en sociedad. Esos parámetros que nos autoimponemos, de acuerdo a nuestro criterio y que creemos son los más acertados, rápidamente olvidando todos los mensajes de empatía, resiliencia y solidaridad que tanto compartimos durante la obligada cuarentena.
Ha sido un incesante bombardeo de información. A diario recibimos información sobre las diferentes interpretaciones médicas de las investigaciones realizadas en relación con el COVID-19, de cómo prevenirlo, de cómo prepararse en caso de que te contagies, a quién debes llamar, síntomas para identificarlo, quiénes son más susceptibles y quiénes se complican más, cuántos nuevos infectados hay, el total de fallecidos por esta pandemia.
También mensajes de cómo enfrentar la cuarentena desde el punto de vista psicológico, mensajes de ejercicios para mantenerse activo, mensajes contentivos de los famosos memes, mensajes de Instagram que hablan sobre épocas de cambio en el mundo, de cómo la naturaleza responde ante la ausencia del hombre, de bendiciones y oraciones de protección, de las decisiones y posiciones políticas, en fin, una abrumadora saturación de información que en lugar de realmente cumplir su cometido, terminan por generar confusión.
Y es, en medio de todo este mar de conocimiento, en donde debemos pescar las ideas con las cuales formaremos nuestro nuevo criterio y tomaremos nuestras decisiones para continuar conviviendo con el virus, cuando comencemos a reintegrarnos a nuestras rutinas sociales de siempre.
Pareciera que no se ha concientizado aún, que toda esta maraña de conocimiento que recibimos está sirviendo como la base de una nueva conducta social, y considerando que la información es tan amplia y variada, esta base no es tan sólida como se necesitaría. Preocupa que la opinión que se está formando no tiene guía ni estructura unificada, y lo que está sucediendo es que cada quien implementa una medida o actitud de acuerdo al criterio que se ha formado con la información que ha recibido. Resultando en que están apareciendo tantas medidas como personas hay. Dibujemos este nuevo panorama con ejemplos de conductas durante la pandemia que ya se están viendo hoy día.
La OMS recomienda una solución de alcohol para desinfectar objetos y superficies, muy en especial en aquellos de contacto frecuente; sin embargo, hemos observado una nueva tendencia en algunas ciudades, el hecho de no solo rociar los paquetes sino también a las personas, con una solución, en spray, de alcohol y/o cloro cada vez que se entra a un local o edificio. Esta medida es una desvirtuada y extrema implementación de la recomendación de la OMS, ya que se requeriría “empapar” a la persona en esta solución a fin de garantizar algún tipo de desinfección del individuo.
También se han visto personas, en los supermercados, vestidas de “astronautas”, (el uso de este Equipo de Protección Personal -EPP- está destinado a ser utilizado en centros de salud en los cuales se encuentran personas confirmadas como infectados), utilizan esta vestimenta con la esperanza de no contaminarse con el virus, pero también esperando, que medidas similares sean tomadas por todos los otros individuos que también acuden al supermercado, calificando como imprudente e irresponsable al que no lo haga y llegando incluso, a expresarse verbalmente de manera despectiva hacia estas personas.
En este ejemplo particularmente, no solo queda en evidencia la falta de conocimiento de la manera en la cual se transmite el virus y de cuál es el equipo y medidas de protección que deben implementarse en este tipo de lugares públicos, sino que también se aprecia el inicio de una conducta de discriminación hacia aquel que no tiene el mismo criterio.
Otra actitud que ha aparecido es la de ignorar la sugerencia de utilizar el mínimo EPP, es decir mascarilla y/o guantes mientras se encuentren en sitios públicos, lo cual, igualmente surge por información no acertada o errada.
También hemos visto la renuencia de algunos vecinos a permitir la entrada de médicos a sus propias casas porque han estado laborando en centros de salud.
Todas estas nuevas actitudes tienen en común, la falta de información fidedigna. Nos estamos ahogando en un océano de conocimientos y a pesar de ello, no sabemos realmente nada.
En nuestras sociedades existe la libertad de expresión, lo cual, ciertamente significa, que todos tenemos derecho a expresar nuestras ideas y pensamientos. Poseemos varias redes sociales, que permiten el amplio intercambio de información, a nivel mundial. Pero ¿quién norma, en este tipo de situaciones, la información que se publica? ¿qué organismo oficial vigila la veracidad de lo publicado? ¿qué entidad emite los criterios y pautas que debería seguir un médico para hacer pública una información?
¿Quién desestima la sugerencia de aquel individuo que publicó que las bebidas calientes o alcalinas evitan la infección? ¿Quién supervisa que antes de entrar al supermercado, cientos de personas sumerjan los zapatos en una misma solución desconocida, y que inferimos es desinfectante? ¿Quién garantiza que esta solución, después de diez personas, aún posee efectividad desinfectante y no se ha convertido en solución contaminante? ¿Quién supervisa estas nuevas conductas que están surgiendo? ¿Quién garantiza que la información veraz es la que efectivamente, está circulando?
¿Quién nos está supervisando durante esta pandemia?
Pero la mayor interrogante es, ahora que nos encontramos ante esta pandemia, que nos empuja a realizar una re-ingeniería de procesos y conductas, ¿Estamos realmente interesados en cambiar? ¿Estamos dispuestos a recrear nuevos patrones de comunicación basándonos en hechos confiables? ¿Estaríamos dispuestos a que se implemente un control de calidad de la información sin que sintamos que vulnera nuestra libertad de expresión?
Autor: Dra. Giselle Párima